Cuando mi esposo aparece en mi línea de visión, estoy mirando a las montañas verdes del norte de Haití. Este fondo de exuberante verde rodea la ciudad litoral de Cabo Haitiano. ¡Qué buena sorpresa! Se encuentran tantas noticias sobre la deforestación en Haití, particularmente cerca de la capital de Puerto Príncipe en el centro del país.
Aquí en el norte, hay verde y verde y más verde; como un telón de fondo hecho de millones de hojas. Como todos, en nuestro grupo de seis viajeros y nuestro ayudante por este día, mi esposo David es un pasajero en una pequeña motocicleta, o moto. Hemos arreglado rápidamente esta flotilla de motos y pilotos hace apenas treinta minutos. David y yo nos comunicamos brevemente con guiños, y luego su piloto acelera la moto y ellos nos dejan atrás, a mí y al conductor con él que viajo.
Espero que mi sonrisa muestre a mi esposo como de feliz estoy en este momento. Espero que mi sonrisa sea tan ancha y serena como las de nuestras amigas Janis y Luz cuando ellas me pasaron antes en el camino. Todos en nuestro grupo estamos equilibrados, detrás de nuestros pilotos, en estas motos con nuestro equipaje, incluyendo cinco mochilas, una bolsa de lona y nuestras mochilas pequeñas.
El esposo de Luz, Pablo, también lleva una bolsa ecológica con colores brillantes en la cuál Luz ha puesto algunos objetos bonitos de lata pintados que ella y yo compramos en nuestro viaje. La bolsa ecológica ondea en el viento. Es como la bandera pirata alegre de nuestro grupo, The Refugees, o Los Refugiados, como nosotros nos llamaremos más tarde.
Vamos por carretera abierta durante la mayoría de nuestro viaje en moto. Hay pocos vehículos aparte de nuestra banda de seis blans en motos conducidas por unos vecinos de la zona. Blan es la palabra en la criolla haitiana para blanco y también extranjero. Es muy común ver blans en estos alrededores, pero ellos suelen viajar en todoterrenos que pertenecen a alguna ONG o a la ONU. La ONU ha mantenido una milicia en Haití desde 2004. O mejor dicho, un ejército de extranjeros de varios países, incluyendo chilenos y nepalíes.
Así, aparentamos más que un poco extraños, un grupo de “blans” balanceándose con su equipaje en las motos detrás de sus pilotos. De vez en cuando, pasamos grupos de escolares que nos miran fijamente. Saludo con la mano a un grupo de niñas que tienen el pelo trenzado con cintas y se visten con uniforme escolar.
Estamos casi al final de nuestro tiempo en el norte de Haití. Pasamos tres noches en la antigua ciudad de Cabo Haitiano. Hace calor este día de noviembre. El cielo es una mezcla perfecta de azul y nubes blanquísimas. El sol calienta mi rostro, que suelo esconder de sus rayos con un sombrero de ala ancha. Miro en vano para ubicar en las montañas verdes uno de los lugares más magníficos del mundo, la Ciudadela Laferrière.
Construida poco después de que Haití obtuviera su independencia de Francia en 1804, esta fortaleza evoca la misma sensación de maravilla y las mismas preguntas para el visitante que el Machu Picchu de Perú.
¿Cómo pudieron construir un monumento como éste, un castillo de piedra en la cima de una montaña de 3.000 pies de altura, con más del doble de altura que el edificio Empire State en Nueva York? ¿Cómo fue posible cuando los haitianos después una guerra horrible tenían poco más que algunas bestias y sus propias manos para crearlo? La Ciudadela Laferrière está a más que 20 kilómetros de la costa, pero desde allí se puede ver el mar. Se puede caminar bajo sus grandes murallas; una estructura que es rival de muchas de las ancianas catedrales de Europa. La Ciudadela Laferrière era la visión de Henri Christophe, un hombre nacido esclavo que murió rey. Me parece una biografía que HBO podría convertirla en una miniserie como la de la vida de John Adams o la que RTVE produjo sobre Isabel y Fernando, pero con más drama.
La moto que lleva Rich, el marido de Janis, se acerca a la moto donde soy pasajera. Él y Janis son viejos amigos míos.
¨La próxima vez nos preguntas si queremos tomar unas vacaciones contigo, tendré que pensármelo muchísimo antes de contestar,” él me dijo.
Reímos. Sabemos que vamos a hablar de este día por muchos años. Podemos vernos ancianos, jubilados y hablando de lo que ha pasado hoy durante muchas cenas y sobremesas en el porvenir distante.
Algunos kilómetros detrás de nosotros, una pila de neumáticos queman en la aldea de Ouanaminthe, cerca de la frontera con la República Dominicana. O así hemos oído.
Nunca llegamos lo bastante cerca a las protestas en Ouanaminthe para ver las ruedas ardiendo con nuestros propios ojos. Solo vimos, desde una distancia, un penacho muy alto de humo negro ascendiendo al cielo. Tuvimos que parar algunos kilómetros al este de Ouanaminthe. Una muchedumbre enojada ha cerrado el camino con ramas cortadas.
La gente allí está protestando por varias injusticias, descubrimos después por la red.
El acceso a la electricidad es intermitente en Ouanaminthe. Los dominicanos que crucen la frontera para vender cosas, quizá paguen menos impuestos, dicen muchos artículos. Este día, no hubo ninguna señal de la policía en los alrededores de la protesta que ha bloqueado completamente una carretera principal para ir a la República Dominicana por el norte de Haití.
Tenemos la impresión que el gobierno de Haití, que permitió las protestas, sigue sin intervenir. Quizás ellos esperen que haya una disminución de la furia de la gente con el paso del tiempo.
Cerca de la protesta hay vidrios rotos en el camino, los restos de una botella lanzada al suelo.
Fue una táctica de negociación, un acto de teatro de calle, hecho con la intención de persuadirnos que sí, que necesitemos pagar por los servicios de los pilotos de las motos para irnos de allí, y que tengamos que alquilar las motos inmediatamente. Los vidrios de la botella rota nos decían que sería mejor si dejemos de buscar vías alternativas para ir a la frontera con la República Dominica y aceptemos que no podíamos viajar por el camino cortado.
La intensidad del teatro de calle aumenta un poco. Algunas personas tiran piedras y palos en nuestra dirección antes de que nosotros decidamos alquilar las motos. A mí me duele un poco el brazo que ha sido golpeado por una piedra o un palo. No sé qué. Tuve mis ojos firmemente cerrados cuando cualquiera de estos objetos me golpeó.
¨Allez, allez, allez (váyase, váyase, váyase), susurro en mi francés horrible a mi piloto mientras alguien en la muchedumbre saca el sombrero de mi cabeza.
Cazando Líos
Créame, la culpa de este lío yace en nosotros, completamente en nosotros. Se exigió una gran cantidad de terquedad y tenacidad y resolución para irnos de la seguridad y la paz de Cabo Haitiano a la protesta. Se exigió mucho trabajo y un poco de dinero. Se exigió una actitud de “no se acepta un ‘no’ por respuesta” compartido por nuestro grupo. Cinco de nosotros tenemos raíces en Nueva York. El sexto, mi marido, es natural del estado de Nebraska en la región del medio oeste de los Estados Unidos. Él vive en Washington, D.C. desde los noventa. Su falta de paciencia es tan marcada que nunca podría ser repatriado a Omaha, donde creció.
No solamente buscamos líos, sino que tuvimos que contratar transporte privado para nuestra caza.
La compañía de autobús Caribe Tours ha interrumpido su servicio de Cabo Haitiano al país vecino República Dominicana debido a las protestas cerca de Ounaminthe. Para irnos a Ounaminthe, necesitamos alquilar un taptap entero. Un taptap es una camioneta con bancos a los lados en la parte trasera. Los taptaps son la columna vertebral del transporte público en Haití. La gente se sube y salta donde quiere. Ellos toman asientos en los bancos o se quedan de pie en el parachoques trasero.
Antes de que intentáramos viajar por carretera a la frontera, pasábamos unos días agradables en Haití. Nos quedamos por unos 150 dólares por noche en hoteles en las colinas que dominan el puerto de Cabo Haitiano. Un poco caro pero disfrutábamos mucho las piscinas y terrazas con vistas al puerto en los hoteles. La comida en Cabo Haitiano superó nuestras expectativas. Platos populares que incluyen la concha, que los haitianos llaman lambi, en una salsa picante y también encontrábamos mucho pescado asado.
Pero, es la arquitectura de Cabo Haitiano la que impulsa la imaginación. Hay muchos edificios antiguos de una planta que se parecen a los del Barrio Francés de Nueva Orleans; parecen edificios coloniales de la misma edad, del siglo XVIII. También hay un mercado municipal hecho de hierro y varios grandes edificios como hoteles y casonas.
Si alguien convirtiese algunos de estos edificios en tiendas y restaurantes, podría hacer una zona turística y atraer a la gente de los cruceros a visitar Cabo Haitiano. Lo pensaba mientras estaba allí en noviembre de 2014. Hoy en día algunos cruceros hacen una parada en la playa haitiana de Labadee, no muy lejos de Cabo Haitiano, Cartagena en Colombia y el Casco Viejo en la ciudad de Panamá, tienen pequeños centros turísticos en sus ciudades coloniales, aunque están rodeados de barrios pobres.
Algunos líderes haitianos han intentado atraer turistas y su dinero al país. El Ministerio de Turismo anunció en febrero de 2015 una campaña de televisión para atraer a miembros de la comunidad haitiana del área metropolitana de Nueva York como turistas. En octubre de 2014, la compañía American Airlines inauguró una nueva ruta conectando Miami y Cabo Haitiano; algo nuevo para una de las principales aerolíneas, al menos en el siglo XXI. Michel Martelly, el entonces presidente de Haití, fue un pasajero en el primer vuelo. El 2 de octubre de 2014, el entonces Primer Ministro Laurent Lamothe, el cargo oficial número dos de Haití, tuiteó en inglés: ¨Cap Haitien welcomes American Airlines.¨ Lamothe es un aliado del expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton, que está vinculado con Haití desde hace muchos años. El cuarentón Lamothe también dijo en un comunicado de prensa que los nuevos vuelos de Miami a Cabo Haitiano pueden ser una oportunidad tremenda para la economía de Haití.
Hay indicios de progreso. Los ingresos del turismo internacional en Haití crecieron hasta 568 millones de dólares en 2013 comparado con los 162 millones en 2011, según el Banco Mundial.
Pero Haití sigue a la zaga de su país vecino en turismo. La República Dominicana ha recibido ingresos de 5.07 mil millones en 2013. El Banco Mundial estima que hubo 295,000 llegadas de turistas en Haití en 2012, y casi 4.6 millones en la República Dominicana.
“el nada mentido sortilegio…de Haití”
En una entrevista en el Caribbean Journal, Lamothe dijo que las atracciones culturales de Haití son un recurso desaprovechado. Sin duda, fue el caso en nuestra visita en el noviembre de 2014.
Llegamos en un vuelo American de Miami. Nuestros compañeros de destino caían en dos campos. Hubo haitianos que retornan a su país con grandes maletas, y grupos de voluntarios de los Estados Unidos. Muchos de ellos se vestían con camisetas imprimadas con pasajes de la Escritura.
No había ninguna copia de la Biblia en las pertenecías de nuestro grupo de seis viajeros independientes. Pero, mezclada con nuestros vestidos de verano, calzados de senderismo, tubos de crema solar había una copia de pasta blanda de The Black Jacobins( Los jacobinos negros) escrito por C.L.R. James. Es un excelente e inquietante libro que trata de la historia de la revolución haitiana de 1791-1804 y sus consecuencias.
En el libro, James contó la historia de la burguesía francesa que se enriqueció mucho gracias al sufrimiento de los esclavos en Haití en el siglo XVIII. Algunas familias tenían tanto dinero que pudieron enviar sus sábanas en paseos marítimos para darles el correcto aroma y color deseado. Su vino hacía dos o tres viajes por mar para darle un cierto sabor.
James catalogó las torturas infligidas a los esclavos para que se mantuviesen trabajando en los campos calurosos donde la caña de azúcar crecía.
Algunos esclavos fueron enterrados vivos. Otros fueron cubiertos por cañas en jarabe hirviendo. En su vida cotidiana, los esclavos recibían latigazos con mayor certeza que comían, James escribe.
La mitad de nuestro grupo ya ha leído el libro de James. Esta obra quizá más que ningún otro libro introduce la historia casi increíble de Toussaint L’Overture al público anglófono.
Nacido esclavo, L’Overture tenía una destreza militar sorprendente. Resultó que L’Overture preparó el terreno para que los esclavos pudieran derrocar a los franceses y así poder crear su propia nación. L’Overture impidió intentos de los franceses en retomar la isla que les había enriquecido tanto por su azúcar que crecía con sangre y sudor de los esclavos, tanto como el sol y la tierra fértil de Haití.
Toussaint aparece como Nelson Mandela o George Washington, una persona extraordinaria que cambió el rumbo de la historia de su nación. Y, en el caso de Toussaint, él también dejó una huella en los Estados Unidos. La derrota de los franceses en Haití desmoralizó a Napoleón. El vendió territorio francés a los Estados Unidos, una transacción conocida como la Louisiana Purchase, doblando el tamaño de la joven nación.
Toussaint también tenía generales talentosos. Ellos seguían con el trabajo de la revolución haitiana después de que los líderes en Francia obligaran a Toussaint a ir a este país lejano. Toussaint murió en Francia en 1802 de descuido y frío.
Su sucesor inmediato fue Jean-Jacques Dessalines, que se coronó en 1804 como el primer emperador de Haití. (Después de la revolución, se cambió el nombre del país de Saint Domingue a Haití, una palabra en la lengua de los indios que vivían en la isla antes de que los franceses llegaran.) Su reinado fue corto. Fue asesinado en 1806. El gobierno de la isla partió. En el sur, Alexandre Pétion reinaba. Era un hombre culto, hijo de un plantador francés y una mujer libre de antepasados africanos y europeos. Estudiaba en París. Él servía como presidente.
En el norte, reinaba Henri Christophe como presidente y después rey. La autobiografía de Henri Christophe inspiró obras literarias hasta el siglo XX. Dramaturgos como Derek Walcott y Eugene O’Neil escribieron sobre Henri Christophe.
En la novela “El reino de este mundo (1949)” el escritor cubano Alejo Carpentier usó el personaje ficticio Ti Noel para servir como testigo de la revolución haitiana y de la historia de Henri Christophe. Como Henri, Ti Noel fue un esclavo pero su vida carece de los éxitos de la de Christophe. Christophe trabajaba de joven en un hotel, una atalaya para ver y estudiar las maneras de la gente poderosa, Ti Noel pasaba la mayoría de su tiempo en el trabajo de la plantación de su dueño. En el folklore popular Henri Christophe fue al sur de las colonias norteamericanas, para ayudar con la revolución, en los años 1770 como tamborilero de un regimiento haitiano. Quizá sea verdad. Es un hecho que un regimiento haitiano de colonos blans, gens de couleur y esclavos luchó en la ciudad de Savannah del estado de Georgia en 1779.
Lo que es conocido es que Henri Christophe era un general en la revolución y después llegó a ser lo que el escritor Carpentier (1904-1980) describe como “monarca de increíbles empeños, mucho más sorprendente que todos los reyes crueles inventados por los surrealistas.”
Con su novela de Haití, Carpentier fue un líder en la promoción del concepto de lo real maravilloso, de un mundo donde los ecos de los espíritus y los antepasados suenan como la canción de los pájaros, donde se puede ser un cosmos en el ritmo de un tambor. Desarrollado a realismo mágico, este abrazo de una vista más generosa de las posibilidades del mundo influencia algunos de los libros más venerados del siglo XX. Entre los admiradores de Carpentier estaba Gabriel García Márquez.
Hacia Las Nubes
Era domingo cuando mi grupo seguía los pasos de Carpentier en el sendero hacia la Ciudadela Laferrière. Antes de llegar a Haití, pensábamos mucho en contratar un guía o compañía turística para ir allí. Una vez que llegamos a Cabo Haitiano, estaba muy claro que no era necesario.
Aunque el norte de Haití es una región pobrísima, no es difícil viajar por allí. La gente es amable. Hay mucho transporte público en los taptaps. Tomamos asiento en una de estas camionetas convertidas esta mañana para viajar cerca de 20 kilómetros a Milot, el pueblo a los pies de las ruinas del palacio de Henri Christophe, llamado Sans Souci.
Las rutas de taptap estaban muy transitadas este domingo. Muchos de los pasajeros se vistieron para ir a la iglesia. Por un tiempo, me senté al lado de un chico de quizá veinte años de edad. Iba vestido de traje, tenía una Biblia en las manos. Me dijo que diría un sermón ese día en su iglesia. Hablábamos un poco de lo muy verde que es el norte de Haití, con muchos árboles. Era todo lo que pude decir. Hablo solo un poquito de francés, una lengua que estudiaba en mi universidad hace muchos años además, había mucho ruido en el taptap repleto de pasajeros.
Leímos mucho antes de nuestro viaje a Haití sobre el incordio a los turistas por vendedores en Sans Souci y la Ciudadela. Pero no lo vimos. Algunas personas nos siguieron por un rato, con la intención de alquilarnos sus caballos. Hay un sendero muy empinado de cerca de 7 kilómetros de Sans Souci a la Ciudadela. Si ustedes han resistido las ofertas del paseo en camello en Giza, en Egipto, o rickshaw en India o Vietnam, no le molestarían mucho las peticiones en la sede de Henri Christophe.
Una vez Sans Souci fue llamado “La perla del Caribe”. Hoy sólo hay algunas paredes que permanecen y una estatua rota. Christophe tenía grandes sueños para su nuevo reino. Él creó una nobleza y una corte real. Y él dictó como las diferentes clases de nobleza debían vestirse.
Pour les princes et ducs, una túnica blanca que cae bajo la rodilla, con un borde de oro. Zapatos de cuero rojo. Un sombrero con cinco plumas rojas y negras. Pour les comtes, sólo tres plumas rojas, pour les barons, dos plumas blancas.
Se conservaron estos detalles en un libro imprimido por la imprenta de Henri Christophe: “Relation des glorieux événemens qui ont porté Leurs Majestés Royales sur le trône d’Hayti; suivi de l’histoire du couronnement et du sacre du roi Henry 1er, et de la reine Marie-Louise.” Hay una copia de este libro en la Biblioteca del Congreso en Washington. La gente allí me dijo que es una copia original, no una de las copias hechas después en Europa. Saco este libro casi cada vez que visito la biblioteca. Me gusta tocar sus páginas que me dan una sensación de conexión con la historia.
Subir el sendero de Sans Souci a la Ciudadela es un desafío, pero vale la pena. Se puede ver el paisaje verde del norte de Haití. Después de nuestro viaje, leí por primera vez el libro de Carpentier El reino de este mundo. Carpentier escribe en él “ nada mentido sortilegio” de Haití, una descripción muy apropiada.
Nuestro grupo se dispersa en el camino a la Ciudadela . Yo hablaba por un rato con un chico haitiano que quería ser un guía, y después con otro. El francés es la segunda lengua para la mayoría de los haitianos, y yo solo lo hablo un poquito. Después de unos minutos en cada caso, no tenemos más que decir en inglés o francés. Le dí $5 a cada “guía” y seguí caminando. Prefería ir sola porque estaba empapada de sudor y con la cara enrojecida.
Subimos y subimos y subimos por más de una hora. De repente, la Ciudadela apareció. Una fortaleza hecha de piedra. Y casi tan rápidamente desapareció en la nubosidad como si fuese un cuento de hadas. En unos minutos llegué a la Ciudadela que construyeron con piedras y la sangre de vacas como cemento. Desde la Ciudadela, se puede ver el mar en la distancia. Henri Christophe, el rey con su corte vestido en plumas reglamentadas, temía que los franceses regresaran a su país. Como Carpentier mostró en su libro, Henri Christophe les hizo a los ex-esclavos trabajar y trabajar duro para construir esta fortaleza de ángulos irregulares. Hay también muchos cañones capturados de los europeos allí, pero no sé si estos estaban en la fortaleza en el tiempo de Henri Christophe.
Yo lamentaba no tener un guía verdadero porque yo tenía, y todavía tengo, tantas preguntas sobre la Ciudadela. Quisiera saber como los cañones llegaron allí, quisiera saber lo que pasó en cada una de las salas de la Ciudadela.
No se vendían libros de la historia de la Ciudadela en el sitio. En cualquiera atracción del mundo, se puede comprar libros con fotos del sitio, los libros imprimidos con papeles satinados que muestran el nombre de la atracción en varias lenguas.
No hubo camisetas con una foto de la Ciudadela, tampoco sombreros del estilo que usaba Henri Christophe en su tiempo. Algunas mujeres vendían collares y pulseras hechos de semillas, unos productos muy orgánicos que compré.
Pero, no hubo imanes para el refrigerador, ni DVDs, ni siquiera una tarjeta postal. Después buscamos tarjetas postales en Cabo Haitiano, y no encontramos ninguna con una foto de este sitio reconocido por UNESCO como parte del Patrimonio Mundial.
Lamothe, el entonces primer ministro que saludó la llegada de American Airlines, tenía intenciones de arreglar la Ciudadela para atraer a más turistas. Él subió en 2014 en su canal YouTube un vídeo de sus planes para crear un espectáculo de luces en la Ciudadela. Me recuerda el espectáculo en las Pirámides de Giza.
Nos quedamos un día en Cabo Haitiano después de nuestro viaje a laCiudadela por las manifestaciones cerca de Ounaminthe y la demora con el Caribe Autobús. Es una ciudad muy pobre y, en lugares, no muy limpia, sí. Sin embargo, es agradable y la gente aquí es amable.
Pasábamos unas horas en el porche del Hotel du Roi Christophe mientras buscábamos una vía para salir de Haití. El predio del hotel estaba lleno de plantas. Había muebles de madera oscura y suelos de baldosas blancas y negras. Había un ambiente muy Graham Greene para aquellos de nosotros que somos aficionados de este autor inglés. Escribió de Haití en The Comedians (1966), describiendo lo que pasa bajo la dictadura de Papa Doc Duvalier. Greene solía escribir de europeos y americanos que se meten en líos en países no desarrollados. En The Quiet American (1955), Greene escribe de Vietnam en vísperas de la guerra con los Estados Unidos.
Hoy, Vietnam es un país casi rico. Ha superado los daños de la larga guerra con los Estados Unidos y las restricciones de un gobierno comunista. Cerca del 89% de los niños en Vietnam completa al menos cinco años de educación primaria, y el 90% de ellos sigue con sus estudios, según ChildFund International. En Haití, cuatro de cada diez niños van a la escuela antes del gran terremoto de 2010, dice UNICEF.
Doc Duvalier y su hijo Baby Doc, que también fue dictador, están muertos. Pero Haití todavía sufre de una carencia de una clase dirigente estable. Nunca ha disfrutado de un tiempo largo de paz y seguridad o crecimiento económico.
El reino de Christophe terminó bruscamente en 1820. Sufrió un derrame cerebral y un rival amenazó las tierras de Christophe. Él se disparó en Sans Souci y después su familia y ayudantes leales llevaron su cuerpo a la Ciudadela, que no estaba completamente terminada; ellos incorporaron los restos de Henri Christophe en las murallas de su fortaleza.
Lamothe, el líder haitiano con una gran visión para atraer turistas, perdió su posición en diciembre de 2014. Su página de Twitter dice que su tiempo como el oficial número dos de Haití, mayo de 2012 hasta diciembre de 2014, marca la duración más larga en el servicio como primer ministro de este país (Ex Prime Minister, Republic of Haiti, May 2012-December 2014, the longest tenured PM ever). Él intentó presentarse como presidente en 2015 sin éxito. El concurso presidencial en Haití recae en forma de caos político. Actualmente hay un presidente interino en Haití. Hubo un plan para unas segundas elecciones de nuevo en abril, pero Jacqueline Charles de Miami Herald ha reportado nuevos problemas con el proceso en Haití.
Espero que el próximo presidente traiga un poco de estabilidad a Haití. Quisiera volver a la Ciudadela y a Cabo Haitiano. En mi primer viaje, nosotros salimos de prisa. Tomamos las motos alquiladas cerca de Ounaminthe directamente al aeropuerto de Cabo Haitiano. Por suerte, había seis asientos disponibles en el siguiente vuelo a Santo Domingo. Las protestas duraban más de una semana. No sé cuándo Caribe Tours empezó de nueva a enviar autobuses de Cabo Haitiano a la República Dominicana.
Ojalá que haya un renacimiento del turismo en Haití. Hay varios artículos recientemente sobre este país incluyendo éste que publicó Conde Nast Traveler . Quizá yo encuentre en mi próximo viaje a Haití una muchedumbre en el sendero a la Ciudadela y vendedores vestidos con sombreros del Siglo XVIII. Quizás habrá imanes para el refrigerador y muñecas de Henri Christophe y su reina Marie-Louise, de Toussaint.
Si tienen ustedes un espíritu romántico y pasión para vagar en los senderos de la historia, deben considerar un viaje a la Ciudadela más pronto que tarde. Así pueden pasar unas horas en paz en un sitio maravilloso antes de que la muchedumbre llegue.
“Allez, allez, allez (váyanse, váyanse, váyanse),” les digo a ustedes.
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Lo que leí — o releí –mientras escribía este artículo….
Alvarez, Julia. Una Boda en Haiti. 2013
Anderson, Jon Lee. New Yorker. “Haiti Has a President.“ Feb. 17, 2016
Carpentier, Alejo. El reino de este mundo. 1949
Charles, Jacqueline. Muchos de sus artículos en el Miami Herald. @jacquiecharles
Danticat, Edwidge. Claire of the Sea Light. 2013.
James, C. L. R. The Black Jacobins: Toussaint L’Ouverture and the San Domingo Revolution. 1938.
Joseph, Raymond A. For Whom the Dogs Spy: Haiti: From the Duvalier Dictatorships to the Earthquake, Four Presidents, and Beyond. 2015
Oswald, Ted. Because We Are: A Libète Limyè Mystery. 2012.
Taft-Morales, Maureen of Haiti Under President Martelly: Current Conditions and Congressional Concerns. December 2015.
Walcott, Derek. “Henri Christophe: A Chronicle in Seven Scenes,” The Haitian Trilogy.
Vargas Llosa, Mario. “¿Lo real maravilloso o artimañas literarias?” Letras Libres. January 2000.
Wilentz, Amy. Farewell, Fred Vodoo: A Letter from Haiti. 2013.